Por Ricardo Uceda
El más significativo antecedente histórico de un entendimiento entre el Partido Popular Cristiano y el APRA se dio en 1978, cuando ya se había elegido la Asamblea Constituyente. Las principales fuerzas eran el APRA, la izquierda extrema y el PPC. Carlos Malpica, de la Unidad Democrática Popular (UDP), uno de los grupos marxistas, buscó a Roberto Ramírez del Villar, del PPC, para proponerle que el presidente fuera el líder y fundador de su partido, Luis Bedoya Reyes.
Consultado Bedoya, se negó. Los distintos grupos de izquierda tenían 28 votos. Con los 25 del PPC hacían mayoría. El APRA estaba representado por 37 constituyentes. Aunque Malpica no tenía acuerdo de la UDP, su tanteo, si obtenía una disposición favorable de Bedoya, podría haber sido aprobado por el conjunto de partidos izquierdistas. El PPC representaba lo más conspicuo de la derecha, pero el sentimiento antiaprista quizá hubiera podido más.
Los dirigentes del APRA no olvidan ese gesto. La presidencia de la Asamblea Constituyente sería la única distinción pública que Haya de la Torre ostentaría en su vida. El apoyo lo hacemos —dijo Bedoya al proponerlo— sin conversaciones previas, sin pactos, sin entendimientos, sin negociaciones y sin exigencias, como un reconocimiento a los méritos personales de un político que ha entregado su vida a luchar por sus ideales.
Haya, entonces de 83 años, botó un lagrimón. Moriría al año siguiente. Bedoya recordaría después que la propuesta tomó por sorpresa a los apristas, que no intervinieron. Además, había un factor importante —dice un testigo de los acontecimientos—: ¿qué Constituyente iban a hacer la izquierda marxista y el PPC? Por muchas diferencias que tuvieran, entre el APRA y el PPC existían más puntos de entendimiento.
¿Devolvió el gesto el APRA? No hubo después una ocasión similar, pero son mencionables dos circunstancias. En el 2006, cuando Alan García iniciaba su segundo mandato como presidente de la República, le propuso a Lourdes Flores ser embajadora del Perú en Washington. Ese año García le había ganado las elecciones, motejándola como la candidata de los ricos. Flores no aceptó.
Después García comentaría su ofrecimiento: Yo quise que ella fuera la embajadora que anudara el TLC entre Perú y los Estados Unidos. El presidente nombró después para el cargo a Felipe Ortiz de Zevallos. En ese momento, la aceptación de Lourdes Flores hubiera significado un acercamiento político formal entre el partido gobernante y el opositor PPC. Lourdes no lo quería.
El PPC, sin embargo, había aceptado que su expresidente, Ántero Flores-Aráoz, fuera nombrado embajador ante la OEA. Flores-Aráoz fue a Washington en el 2006, pero eran conocidas sus discrepancias con Lourdes Flores, de modo que su nombramiento no tenía un significado aliancista. En el 2007 renunció al PPC y luego fue nombrado ministro de Defensa.
Ese año, sin embargo, Lourdes Flores tuvo una iniciativa de concertación. El contexto era el de los momentos previos a la elección de la presidencia del Congreso. Mercedes Cabanillas, que había desempeñado el cargo durante el primer periodo, debía dejarlo supuestamente a Luis Gonzales Posada, el candidato aprista.
Lourdes fue a buscar a Alan García a Palacio de Gobierno. Le propuso que el APRA hiciera presidente del Congreso a Javier Bedoya de Vivanco, en el marco de un acuerdo entre el Partido Aprista y el PPC que le diera mayor base política al gobierno. La idea le había parecido bien a Jorge del Castillo, el primer ministro, a quien Lourdes se la dijo primero.
Para aceptar, García debía dejar en el aire a Gonzales Posada, quien, sin embargo, podría presidir el Congreso en el 2008, con los votos del PPC. Alan García le replanteó el acuerdo a Lourdes Flores. Le dio su palabra de que el APRA apoyaría a Bedoya el año siguiente. Pero, en las circunstancias que corrían, el PPC debía apoyar a Gonzales Posada.
Ya no podemos deshacer esa postulación, está echada a andar, dijo García. El PPC no aceptó. Bedoya postuló y perdió. Gonzales Posada ganó con el apoyo del fujimorismo y de un sector de la escindida representación de Unión por el Perú. Con esa mayoría, el APRA tendría la presidencia del Congreso durante todo el gobierno de Alan.
No deja de ser sugerente ponerse a pensar qué hubiera ocurrido si Alan García aceptaba la propuesta que le tendía Lourdes Flores. Su gobierno lo habría tenido de aliado durante sus dos crisis mayores, la de los petroaudios, en el 2008, y la del baguazo, al año siguiente. Estas crisis se llevaron a los primeros ministros Jorge del Castillo y Yehude Simon, respectivamente.
Quizá hubiera habido un jefe del Gabinete del PPC. Quizá la propia Lourdes. Quizá Ántero Flores-Aráoz, que se llevaba bien con el presidente. Pero lo que realmente pasó fue que el PPC y Lourdes fueron oposición durante todo el segundo gobierno de García. Flores-Aráoz aceptó ser embajador en los Estados Unidos y después ministro de Defensa. Antes renunció al PPC, después de un periodo de duras críticas a su lideresa.
En el 2010 hubo otro ministro de las canteras del PPC, Martín Pérez, quien había llegado al Congreso como invitado del partido. No era militante. De modo que en el 2011, cuando Alan García regresó a su casa, Lourdes Flores siguió siendo la adversaria política suya que siempre había sido. Desde sus orígenes. Hasta podría decirse que Lourdes se hizo figura política criticando duramente a quien ahora promueve para presidente de la República.
El bautizo político de Lourdes Flores ocurrió en 1987, inmediatamente después de que el joven presidente Alan García estatizara la banca. Todos recuerdan el famoso mitin presidido por Mario Vargas Llosa el 21 de agosto de aquel año en la plaza San Martín. Pero no se tiene siempre presente que el PPC organizó un mitin previo, el 14 de agosto, frente a su local, en Paseo Colón. Fue multitudinario, y el orador de fondo fue, naturalmente, Luis Bedoya Reyes.
¿Pero quién abrió el mitin? Lourdes Flores. Tenía 28 años y era la primera vez que hablaba públicamente en una gran manifestación. La noche anterior, en la reunión de los dirigentes de la vieja guardia pepecista, Antonino Espinoza la había recomendado a Luis Bedoya Reyes. Estaban buscando a una figura nueva para que hablara al comienzo. Cuando lo hizo, destacó su oratoria aguda y vibrante. Y dos frases contra Alan. La primera decía, refiriéndose al periodo de gobierno que transcurría: No hay mal que dure cinco años ni cuerpo que lo resista, pero la segunda frase pegó más: Alan García, como el marido infiel, le saca la vuelta al Perú.
Allí no quedaría la carrera antialanista, por decirlo de algún modo, de Lourdes Flores. Cuando acabó su primer gobierno fue una de sus más conspicuas acusadoras. En 1991, con Fernando Olivera, Pedro Cateriano y Fausto Alvarado, entre otros, integró la comisión investigadora de diputados que terminó acusándolo por un supuesto desbalance patrimonial. Cuando su dictamen fue aprobado, ella, con Fernando Olivera y Ricardo Letts, formó parte de la comisión que sustentó la acusación ante la Cámara de Senadores. Estaba convencida, y lo decía a los cuatro vientos, de que Alan García había robado durante su paso por el gobierno.
También en 1991 Lourdes Flores y los diputados miembros de la comisión investigadora fueron al Senado norteamericano a testimoniar contra el gobierno de Alan García ante la Comisión Kerry, que investigaba los manejos ilícitos del BCCI. Dos funcionarios del BCR habían hecho depósitos cuestionables en dicho banco. Este perfil de luchadora contra la corrupción del primer Gobierno del APRA la acompañó durante los diez años de Alberto Fujimori, aunque luego del golpe de Estado de 1992 el APRA y el PPC tuvieron un periodo de coincidencias, basado en su oposición al régimen autoritario.
Cuando cayó Fujimori, Alan García regresó de Colombia para lanzarse en la carrera hacia la presidencia de la República. En el mismo empeño estuvo Lourdes Flores, recordándole a la gente los desastres de la administración de Alan. En el 2001, Alejandro Toledo, viniendo desde atrás, la desplazó del segundo lugar y dirimió con García en la siguiente vuelta. En aquella campaña, Lourdes, en lo que después reconoció como error, se dedicó a rivalizar con Toledo, cuando estaba debajo, en vez de hacerlo con García. Lo hice tontamente, admitiría en una ocasión.
En la campaña siguiente, el 2006, ella comenzó en el primer lugar de las preferencias, y esta vez teniendo a García como blanco principal. Pero quien pasó a la segunda vuelta con la primera mayoría (25,7%) fue Ollanta Humala con su discurso radical. García fue el segundo y finalmente ganó el balotaje. Había sobrepasado a Lourdes por solo 56.000 votos, después de clavarle un sobrenombre que hasta ahora se recuerda: la candidata de los ricos.
Una vez en la presidencia, Alan García desplegó una política cordial hacia el PPC, cuyo ya mencionado primer acto fue la rechazada invitación para que su lideresa fuera embajadora en los Estados Unidos. Luego, en el 2007, se produjo el frustrado intento de Lourdes para hacer con el APRA una alianza en el Congreso. Aquel fin de año ambos coincidieron en la misa de Navidad, en la Catedral de Lima. Cuando terminó, García tomó del brazo a Lourdes y la invitó a caminar hasta Palacio de Gobierno. Tenemos que conversar, le dijo. Hasta entonces no se habían reunido a solas ninguna vez.
En el 2004, durante la inauguración de la avenida Costanera, en San Miguel, ambos habían asistido invitados por el alcalde, Salvador Heresi. Hicieron el amago de bailar marinera, pero la foto sugirió más de lo que realmente pasó. En el 2008 comenzó el periodo de las cenas. Antes de que finalizara el gobierno aprista se produjeron dos. Una en la que los dirigentes del PPC —su fundador incluido— fueron a Palacio de Gobierno. Y otra, en la casa de Lourdes, a la que García asistió acompañado de dirigentes y parlamentarios apristas.
En aquellas reuniones se conversaba de todo sin acordar nada. No eran cenas para pactar algo. Pero la tensión política bajó mucho, y cuando Alan García dejó el gobierno había una buena relación entre ambos partidos. En el 2010, tras una crisis interna, Lourdes Flores decidió postular a la alcaldía de Lima para rivalizar con Susana Villarán. En aquella ocasión el canciller de todo el periodo de gobierno, José Antonio García Belaúnde -quien en el 2006 también le había hecho a Flores la propuesta de la embajada en Washington-, le transmitió un mensaje del presidente: Dice el doctor García, que es un buen médico, que no sería buena decisión postular a la alcaldía. Que tu oportunidad es el 2011.
En las elecciones del 2011 Alan García estaba impedido de postular a la reelección. El APRA no presentaría candidato, aunque intentó hacerlo con Mercedes Aráoz. El PPC integró la Alianza por el Gran Cambio, liderada por Pedro Pablo Kuczynski. PPK quedó tercero después de Keiko Fujimori, quien pasó a la segunda vuelta con Ollanta Humala. Quizá García pensaba que Lourdes podría haber encabezado una alianza con el APRA en aquella ocasión. En todo caso, su derrota en las municipales marcó, para muchos, el inicio del declive de su estrella.
Cuando Alan regresó al llano durante el gobierno de Ollanta Humala, sus actividades fueron distintas a las del periodo 2001-2006, bajo el gobierno de Alejandro Toledo. En esa etapa, de regreso al país luego de varios años en el exterior, el expresidente hizo una activa vida política en el interior. Era, diez años después, una reconexión con el Perú profundo. Entre el 2011 y el 2016, en cambio, estuvo en Lima, principalmente defendiéndose de las acusaciones por los narcoindultos. Temía que pudiera ser inhabilitado. La campaña electoral del 2016 no lo pescó en la mejor de sus formas.
García seguía de cerca a Lourdes Flores. En una ocasión, Javier Barreda la invitó a dar un discurso ante las juventudes apristas, en el local de Alfonso Ugarte. Ella se sintió muy cómoda durante la ocasión. Alan le pidió a Barreda: presta atención y dime qué dice. En el Aula Magna, Lourdes, sin proponer un pacto, dio un mensaje sugiriendo claramente que los partidos se unieran para un gran propósito nacional. Ya lo habían hecho hacía veinte años, al diseñar la Constitución de 1980. ¿Ahora no podían entenderse para la recuperación de la política? Alan García tomó nota.
Para entonces las relaciones eran aun mejores, porque el 2010, cuando Lourdes postuló fallidamente a la alcaldía de Lima, los apristas de barrio la apoyaron. Y los dirigentes también. Al cabo de la campaña hubo una comida en la casa de Raúl Castro, a la sazón secretario general del PPC, para agradecer el apoyo. Acudieron buena parte de los dirigentes principales apristas, aunque no Alan García ni Mauricio Mulder. En la reunión hubo camaradería sin discursos vinculantes. Sin embargo, algo se habló de que podía haber una candidatura conjunta, y el nombre de Mercedes Aráoz salió a relucir.
Posteriormente, Lourdes declaró que había alguna posibilidad de que el APRA y el PPC confluyeran en torno de la candidatura presidencial de un personaje independiente. Dijo que esta hipótesis de trabajo tendría que vencer resistencias, pero que demostraría la madurez de los dos grandes partidos institucionales. Añadió que ya se había dado una primera reunión entre el APRA y el PPC. De uno y otro lado, Jorge del Castillo y Juan Carlos Eguren hicieron luego comentarios favorables. Pero Mauricio Mulder negó de plano esa expectativa e incluso que hubiera habido una reunión.
Raúl Castro dijo en el PPC que Lourdes hizo mal en adelantarse y quemar la opción. Aráoz fue lanzada solo por el APRA y renunció a la candidatura por problemas internos. De modo que en el 2010, aunque sin las mejores condiciones, ya se hablaba de un pacto APRA-PPC en el más alto nivel de los partidos. Cinco años después, en el contexto previo de la siguiente elección, las dirigencias se reunieron varias veces informalmente pero, aunque parezca contradictorio, sin hablar del tema. Ocurrió en tres cenas, la primera en la casa de Xavier Barrón, viejo amigo de Lourdes Flores. El contexto era el de un complejo escenario político, con demasiados candidatos y un elector imprevisible. En ambas tiendas había profunda preocupación.
Alan García tenía poderosas razones. Aunque Ollanta Humala y sus adversarios no pudieron inhabilitarlo, los narcoindultos habían mellado profundamente su imagen, en dimensiones que inicialmente no calculó. La campaña del 2016 sería la más difícil de todas. La posibilidad de no quedar entre los dos primeros que pasarían a la segunda vuelta era percibida incluso por quienes confiaban en su enorme talento como candidato. Una alianza no le venía mal.
De acuerdo con varias fuentes, tanteó a PPK. No es que le propusiera un pacto. Alan García ocupaba un espacio en la centroderecha junto con PPK, pero ambos nunca llegaron a hablar en serio de aliarse. Un manojo de empresarios, que en realidad prefería apostar por García porque le veía más opciones que a PPK, propició algunas reuniones entre ambos.
Hablando medio en broma, García solía decirle a Kuczynski que era un buen candidato a la alcaldía de Lima. Que no podría con él en una elección presidencial. Parecía más bien estar buscando desanimarlo de postular, por lo menos en una primera etapa. En una ocasión le sugirió que estaba muy viejo. PPK también respondió con sorna: Mira, gordito, ¿por qué no vamos a caminar detrás del Misti en Arequipa para que veas quien se queda atrás?.
En el verano del 2015 Lourdes Flores estaba preocupada por las escasas perspectivas del PPC en materia de alianzas electorales. Podían ir con candidato propio, y de hecho tenían aspiraciones el presidente del partido, Raúl Castro, y el parlamentario Alberto Beingolea. Pero parecía difícil que cualquiera de los dos obtuviera el caudal de popularidad necesario para un resultado decoroso. Si no obtenían 5%, el PPC perdería su inscripción en el JNE. ¿Con quién aliarse? PPK, el antiguo aliado, estaba muy frío.
Lourdes se había reunido varias veces con él durante el año anterior, pero su mensaje final era que prefería ir con individuos, sin alianzas. Meditando en la playa, en el verano del 2015, le dijo a su amigo Barrón:Mira lo que te voy a decir. Yo, que he sido tan antiaprista, de repente resuelvo impulsar un pacto con el APRA. Un proyecto institucional, partidario. Hacia marzo, Barrón le dijo a Lourdes que sería una buena idea tantear a García. O simplemente escuchar qué pensaba. A ella le pareció bien.
Barrón entonces organizó una cena en su casa. Alan García acudió acompañado por Roxanne Cheesman. La cuarta comensal era Lourdes. Nadie más. Al final hablaron de todo menos de estrategias electorales. Poco después fue Alan García quien invitó a una cena en su casa de San Antonio. Aparte de Flores y Barrón, García convocó a Javier Velásquez Quesquén. Lourdes llevó a Juan Carlos Eguren.
Como en la primera cena, se habló de política en general, sin aterrizar en entendimientos. A fines de agosto fue Lourdes Flores quien dio una cena en su casa de la avenida Guardia Civil, en San Borja. Además de los comensales de la segunda ocasión, estaban Mauricio Mulder y Alejandro Castagnola. Otras cuatro horas de amena conversación y ninguna propuesta matrimonial.
Ya van tres cenas. Algo saldrá de esto, ¿no?, le preguntó días después Eguren a Lourdes. Ella lo comentó con Barrón. Y este, que es animoso, se ofreció a preguntarle directamente a Alan García, de parte de Lourdes, si estaba interesado en un acuerdo electoral con el PPC. Sí, absolutamente, respondió García. Eran los días finales de setiembre. La respuesta hizo que hubiera una cuarta reunión, esta vez entre Alan García y Lourdes Flores a solas. García le dijo a ella que quería no solamente una fórmula presidencial compartida, sino un verdadero cogobierno, si lograban vencer.
García ya había hablado dentro del APRA sobre un posible acuerdo con el PPC. Lourdes también, pero a un círculo muy cerrado. Después de la confirmación de interés por parte de Alan, Lourdes habló con Raúl Castro en un Starbucks cercano a su casa. El proyecto de candidatura presidencial de Castro incluía aliarse con un sector de evangélicos y de cristianos, aparte de con Solidaridad Nacional. Para lo cual debía vencer a Beingolea, otro aspirante, dentro del PPC. Pese a sus ambiciones, Castro no se mostró contrario a considerar una alianza con el APRA.
Lourdes habló también con el Tucán Bedoya. Estaba en principio de acuerdo, pero el ambiente dentro del PPC era muy conflictivo. Esas fueron las circunstancias en las que Lourdes declaró a El Comercio: Antes decía con el APRA ni a misa, pero hoy comulgaría con ellos. Hubo un revuelo entre los pepecistas que no querían el pacto. Alberto Beingolea y Marisol Pérez Tello eran los más importantes. La discrepancia se unió a otros conflictos internos, que ya se ventilaban públicamente en los medios de comunicación.
El Tucán opinó que no había condiciones para hacer un congreso que resolviera las pugnas y al mismo tiempo tomar decisiones electorales. Acordaron postergar el congreso y nombrar una comisión consultiva que decidiera la política de alianzas. Estaba compuesta por ocho miembros, Castro incluido. Para cumplir su misión, los comisionados se reunieron con los líderes de las fuerzas afines. Hablaron con PPK, quien ya había expresado públicamente que no aceptaría una alianza con el PPC. Pero, cuando se reunieron con él, abrió una puerta. Dijo: Si Lourdes va de vicepresidenta, acepto.
El problema era que Lourdes, medio comprometida con García, no se mostró dispuesta a aceptar. Además, en lo relativo a la posible cuota del PPC en las listas parlamentarias, si bien no se llegó a discutir en detalle, PPK no parecía muy generoso. La opción, pues, fue desechada. César Acuña los ninguneó: no cabía acuerdo posible. Y Luis Castañeda, quien habló incluso de hacer renacer Unidad Nacional, no parecía un aliado potente. Al final la comisión se quedó con la opción de la alianza con el APRA, que solo estaba esperando a que se decidieran.
La comisión votó y acordaron hacer el pacto. A favor, Raúl Castro, Javier Bedoya, Fidel Yamashiro, Hildebrando Tapia y Juan Carlos Eguren. En contra, Alberto Beingolea y Marisol Pérez Tello. Edgardo del Pomar se abstuvo. Aún quedaba por resolver el asunto de quién iría como vicepresidente en la plancha. Lourdes había hablado con Alan para que fuera Raúl Castro. Jorge del Castillo se entrevistó con Castro y con la propia Lourdes a fin de que ella fuera en la fórmula. Alan García fue a visitarla a su casa y la convenció. No te estoy ofreciendo ser vicepresidenta sino participar en una carrera. Estamos cuesta arriba, y nos irá mejor si tú integras la plancha presidencial.
¿Qué se concluye después de toda esta narración? Que las relaciones entre el APRA y el PPC nunca fueron de un enfrentamiento encarnizado, sino de una rivalidad pacífica que no tuvo momentos traumáticos. Aunque el APRA gobernó con el sostén del fujimorismo en el periodo 2006-2011, fue el PPC el partido con el que desarrolló una amistad política. De todos modos, dentro de cada organización los dirigentes hubieron de explicar las razones de la alianza a militantes dudosos.
Más dura de tragar fue en el PPC, porque la negociación y acuerdo sobrevino de sorpresa. En la dirigencia, Raúl Castro podía haber sido el más renuente, pero no fue así. Aunque tuvo la idea de que una candidatura presidencial suya podía cuajar, el riesgo de no obtener buena votación era enorme. Esa era la razón por la que Luis Bedoya Reyes le dijo, como para que no quedaran dudas de que el acuerdo con el APRA era ventajoso: ¿Te imaginas, después de cuarenta años, quedar resumidos bajo la etiqueta de Otros al final de las elecciones? Qué triste es quedar incluido bajo el nombre Otros. Un golpe del que es muy difícil revivir.
Otro que se consideraba presidenciable, Alberto Beingolea, se quedó sin candidatura y sin curul. Marisol Pérez Tello también quedó alejada de la campaña, a la expectativa de lo que suceda. Si los resultados de la alianza son un desastre, ellos tendrán que revivir al PPC, pues habrán demostrado que tenían razón. En el APRA la dirigencia no puso objeciones a la posibilidad de una alianza electoral con el PPC. Cuando se habló del tema abiertamente en la comisión política —aún no se había anudado el acuerdo—, Jorge del Castillo dijo que el presidente del PPC, Raúl Castro, seguramente estaría de acuerdo en integrar una fórmula. Es conocido que Castro y Del Castillo son amigos. —No creo que Raúl Stagnaro nos consiga muchos votos —dijo Alan. —Castro Stagnaro —corrigió Del Castillo —No creo que Raúl Stagnaro sea el mejor —insistió García.
Las explicaciones hacia dentro del APRA tienen dos facetas. Una de ellas, desarrollada por Alan García, asume que el partido se encuentra dentro de un cerco hostil, propiamente dentro de un cerco mediático, que hay que romper. No es la primera vez que el Partido Aprista se encuentra en esta situación, continúa el razonamiento, porque en el Perú hay mucho antiaprismo.
En 1945, por ejemplo, cuando el APRA estaba clandestino y demonizado durante el régimen de Manuel Prado, buscó una alianza para romper el cerco, y apoyó al Frente Democrático Nacional, que ese año llegó al gobierno. Salieron del cerco de la mano de José Luis Bustamante y Rivero, quien saldría elegido presidente. En las elecciones del 2001, Alan García cargaba con las culpas de su primer gobierno, el principal lastre de su candidatura.
La canción Contigo Perú, que cantó con el Zambo Cavero, lo ayudó a romper el cerco de ese momento. Hoy, que son nuevamente
una minoría cercada por los narcoindultos, es necesaria una alianza política para romper el cerco. Esa es Lourdes Flores. La otra
explicación dirigida a la militancia del aprista es que un gobierno de ellos, con o sin el PPC, no sería un gobierno del partido. En el segundo periodo de Alan, por ejemplo, la gran mayoría de ministros eran independientes. Había unos pocos apristas. Si ahora la denominada Alianza Popular accediera al poder, el hecho de que se compartiera el gobierno con el PPC no le iba a quitar nada al partido o al presidente.
Pero, finalmente, todas estas explicaciones deben ser validadas con una subida en las encuestas de intención de voto, que a fines de enero, cuando se escribe esta nota, estaba por encima de cinco y por debajo del 8%. La campaña recién se está calentando y es prematuro vaticinar si realmente destruirá las grandes resistencias que suscita. En la primera reunión de las comisiones políticas del APRA y el PPC, luego del acuerdo electoral, Alan García advirtió a los pepecistas que vendría una primera etapa de ataques y malos augurios, y que incluso podían publicarse encuestas en las que perdían un punto, y luego otro.
Después les dijo: No escuchen. Les pido que no escuchen. Sean como los marinos que acompañaban a Ulises de regreso a Ítaca, quienes se pusieron cera en los oídos para no escuchar los cantos de sirena. ¡Pónganse también ustedes cera en los oídos! ¡No escuchen!. En el auditorio se hizo un silencio después de tal admonición. Después, García prosiguió: No escuchen, que yo tampoco voy a escuchar. Yo estaré como Ulises, con cera en los oídos y amarrado al mástil, hasta que finalmente el barco llegue a buen puerto.